martes, 1 de septiembre de 2015

Todos iguales

Sigo inmersa en las primeras ocasiones. La primer clase, el primer salón, el primer amigo; justo cuando te das cuenta de lo valioso que es eso que te queda en la memoria, sea bueno o no.
Me quedé perpleja porque toda la clase, a excepción de dos de nosotros, son de China. La otra chica es de Taiwán, así que soy la única mexicana, latinoamericana y americana que se encuentra en clase. Es complicado porque mi nombre vagamente lo pueden decir, es un esfuerzo constante por poderlo pronunciar y hasta las profesoras parecen un poco atormentadas por el hecho de tener que decir un apellido tan largo y, sobre todo, romanizado.
Recuerdo bien que cuando estaba en Guadalajara, era fácil encontrar a chicos de intercambio y pensar que podrían ser independientes y lograr cualquier cosa pero es verdad que en este punto, observando su entorno, me parece un logro total y es cuando me han llegado varias preguntas, ¿ellos nos verán a todos iguales?
Es a lo que quiero llegar.
Usualmente, las personas tienden a desvalorizar las cosas, o quizá, a hacerlas ver de forma inferior, riendo de cosas que probablemente no conocemos o de las que podemos estar asustados. Y me refiero a los comentarios de “Todos los chinos son iguales” o “¿Corea, Japón y China? ¿Cuál es la diferencia? Todos tienen los ojos rasgados”. Estos comentarios, a pesar de que tienen un trasfondo “divertido”, actualmente me parecen totalmente estúpidos.
Hemos crecido con la idea que las personas asiáticas son extrañas, es un ciclo constante en el que nos hemos alimentado de creencias que son quizá, erróneas y que nos han orillado simplemente a marcar etiquetas en seres humanos, algo que hasta nosotros mismos, seamos latinoamericanos o no, hemos vivido durante mucho tiempo.
Cada uno tiene un país de origen, y deberíamos de estar orgullosos de ello, porque es nuestro hogar y nuestra cultura, es a donde pertenecemos y es lo que dice quién eres realmente; sin importar nacionalidad, creo que es importante reconocer el país de origen de cada uno porque es la identidad de cada uno, dejando de lado las características físicas, similares o diferentes.
No todos los japoneses tienen ojos rasgados, claramente, este año fue el caso de la participante a Miss Universo por parte de Japón.
Fotografía de Miss universo Nagasaki (Japón) 2015
Es sorprendente saber que el estereotipo de belleza en este lado del mundo sea tan riguroso, las mujeres están casi obsesionadas por tener el ojo más grande, sometiéndose a cirugías y usando pupilentes, acostumbrándose a rutinas dolorosas, intentando alcanzar lo que para ellas es la perfección, cuando en realidad, la característica de tener los ojos rasgados, a mi parecer, es parte de su belleza y cultura.

No me pongo a criticar estereotipos de belleza, costumbres o bromas respecto a los asiáticos, simplemente deseo compartir que, a pesar de que seamos de México, China, Japón, Corea, Brasil, Francia o Alemania; todos seguimos siendo lo mismo: seres humanos. Todos somos iguales, buscamos felicidad y una buena calidad de vida, buscamos afecto y aceptación, buscamos sobrevivir a como de lugar. Entonces, ¿importa si todos nos vemos igual?